El Kurdistan con Cataluña (I – Bakur)

Ideas-fuerza del Confederalismo Democrático de cara a construir una fuerza revolucionaria en Cataluña

«(…) Como podemos alzar el vuelo hacia el universo de aquello que llamamos «vida libre», basada en la integración de los sentidos, para que la vida vuelva a ser colmada con nuestras utopías y su magia, que son aspectos expulsados y aniquilados en la vida moderna capitalista, bajo la absoluta hegemonía de las estructuras materiales.»

«(…) Los moldes de modernidad capitalista sacan todo el sentido a la vida, son un intento de eludir la muerte, debido a que estos moldes han acabado con todo lo sagrado, llevándonos a una era de constante muerte y día del Juicio final, arrancando a la vida todos sus aspectos mágicos, conmovedores y poéticos. »
Abdullah Öcalan[^1]

[^1]: Abdullah Öcalan, «Manifiesto por una civilización democrática», Tomo I.

Introducción

El objetivo de este texto es el de contribuir al desarrollo de la vida libre, de la vida autónoma y comunal, para recuperar las prácticas y narrativas que nos ayuden a construir una fuerza revolucionaria capaz de poner fin al sistema injusto e indeseable bajo el que vivimos, dando pie a la creatividad de las formas de vida no sometidas al mismo. Como dicen las compañeras kurdas, la mejor forma de solidaridad con su lucha es construyendo un movimiento revolucionario en Europa, y este texto pretende responder a esta solicitud.

Por ello, basándonos en nuestra experiencia en Cataluña y en el Kurdistán, haremos un análisis de la lucha kurda en la región del Kurdistán llamada Bakur («norte» en kurdo), situada dentro de las fronteras del Estado turco, estudiando sus puntos fuertes y débiles, mediante los que podamos hacer autocrítica de las diferentes iniciativas, proyectos y movimientos que estamos desarrollando.

Creemos que tenemos mucho que aprender de este movimiento y de sus 40 años de historia de praxis revolucionaria, que puede ser realmente útil para dar respuesta a muchas de las carencias y problemáticas que sufrimos en las luchas que desarrollamos, que nos impiden convertirnos en una fuerza capaz de proponer otra forma de vivir y organizarse alternativa al sistema imperante.

Cabe señalar que las reflexiones que en este texto planteamos se han nutrido también de los debates que, desde que volvimos, hemos realizado con numerosas compañeras que trabajan codo a codo con nosotras, y que por tanto proviene de algo más grande que las ideas de dos personas.

Para simplificar el texto, utilizaremos a menudo el término «sistema». Cuando hablamos de sistema, nos estamos refiriendo a la estructura social hegemónica del mundo en que vivimos, basada en jerarquías y concentración de poder en pocas manos, en acumulación de los recursos productivos en las clases altas y en los países del norte, y en la desposesión y despojo de las clases bajas y los países del sur. Hablamos de que unos pocos deciden por toda la mayoría. Hablamos de un mundo en el que tenemos que dar por asumidas las cosas tal como son, tal como eran desde que nacimos, donde salir de la norma implica rechazo, presión o muerte social. Por sistema nos referimos a sistema capitalista, a sistema de Estados-naciones, a sistema patriarcal, a statu-quo. Por sistema nos referimos también a nosotras mismas, a los valores individualistas y competitivos por los que nos regimos, al sistema que llevamos dentro y que reproducimos en nuestras actitudes, trabajos, prácticas, relaciones, etc.

Contexto: en medio de las cloacas del sistema surge la tercera vía kurda[^2]

[^2]: Para saber más sobre la historia y contexto de la lucha kurda recomendamos el libro “La revolución ignorada” (editorial Descontrol, 2015).

Oriente Medio. Territorio poblado por árabes, turcos, persas, kurdos, armenios, asirios, judíos, etc., una potente diversidad cultural y religiosa que ha sobrevivido los embates del «progreso». Al mismo tiempo, se trata de un territorio de alto valor geoestratégico por su situación entre Europa, Asia y África, además de contar con las reservas de petróleo más importantes del planeta. En el sistema en que vivimos, basado en el consumo creciente de recursos, así como la competición, expolio y acumulación de los mismos en pocas manos, esta riqueza y valor ha supuesto un continuo ir y venir de guerras. En los últimos años, numerosos conflictos han sido instigados por parte de las potencias lideradas por Estados Unidos por un lado, y por Rusia-China por el otro, en su guerra por el control de la zona y de sus recursos.

A la desgastada población local se le han presentado dos grandes líneas de acción aparentemente contrapuestas, pero que en el fondo acababan suponiendo tanto una como otra la guerra y el sometimiento al sistema que la provoca. Por un lado, la primera opción es acercarse abiertamente a las grandes potencias. Por el otro, alimentadas por el odio a occidente y su colonización, surgen las vías del fundamentalismo. Contrariamente a lo que podría parecer, estas segundas vías también son instigadas desde la pugna por el control de la zona por parte de las grandes potencias (Estados Unidos y Europa, Rusia y China), así como desde el complejo entramado de pugnas de las potencias regionales (Turquía, Arabia Saudí, Irán, Israel…). Cuando una potencia o grupo de potencias ostenta un gran control sobre una zona, las potencias contrarias favorecen el fundamentalismo y los conflictos étnicos para desestabilizarla y abrir posibilidades de más control por su parte. En este juego macabro, el resultado siempre termina siendo la desestabilización de la zona, es decir, la guerra y la barbarie.

Bueno, no siempre. Existe una tercera vía: cuando el pueblo se organiza para autodefenderse del juego macabro de las élites. Y el intento más potente de eso, con diferencia, tiene como epicentro la cultura kurda. Siendo una etnia especialmente comunitaria y dispersa, los kurdos han recibido de todas partes, como minoría étnica en los diferentes Estados donde han quedado confinadas las montañosa tierras donde viven. Al mismo tiempo, sin embargo, han ido desarrollando una profunda cultura de resistencia hacia las estructuras estatales y su represión homogeneizadora, a medida que éstas avanzaban. Esto ha permitido que perviva su cultura fuertemente comunalista, y que de una forma muy amplia tengan claro que el Estado, el Capitalismo y el Patriarcado tienen un origen común, y que estos constituyen un sistema de organización social que aboca al abismo sus comunidades, su cultura y la naturaleza que las acoge.

El eje vertebrador de esta tercera vía en Kurdistan ha sido el PKK (Partiya Kerkeren Kurdistan, Partido de los Trabajadores de Kurdistán) una organización nacida en 1978 con el objetivo de liberar al pueblo kurdo. Sirviéndose de los principios de la clásica teoría marxista-leninista, buscaba conseguirlo a través de la construcción de un Estado Socialista kurdo, pero después de un largo y convulso periodo de formación, la organización se dio cuenta de que sus numerosos problemas internos y externos (luchas intestinas, conflictos armados estancados…) provenían de estar utilizando un paradigma erróneo. En 1993 iniciaron, tras declarar un alto el fuego unilateral, un período de autocrítica, reflexión y formulación de un nuevo paradigma que se ajustara a sus objetivos.

En este periodo, que duró más de diez años, dos voces tuvieron especial importancia dentro del PKK: el movimiento de mujeres, que puso sobre la mesa la importancia del Patriarcado dentro del aparato opresor al que querían hacer frente, y la del presidente del PKK Abdullah Öcalan, que realizó una profunda tarea de análisis de la experiencia revolucionaria hasta entonces, además de una investigación histórica y política. El trabajo realizado cristalizó en la formulación del nuevo paradigma llamado Confederalismo Democrático, donde tuvieron especial influencia las ideas del pensador libertario americano Murray Bookchin [^3].

[^3]: Una introducción al pensamiento de este autor lo podeis encontrar al libro “El municipalismo libertario” de Janet Biehl.

La idea de Estado-Nación kurdo fue rechazada, pues para ser construido necesitaba la homogeneización de la población, lo que implicaba represión a las minorías, y por tanto comportaba los mismos problemas que buscaban superar. Así, frente a la visión de una sociedad construida de forma centralizada (ya fuera desde el Estado o desde una vanguardia revolucionaria) había que desarrollar un modelo de sociedad descentralizada, autoconstruida, donde cada parte de esta se organizara por sí misma y se uniera a través de una confederación de comunidades. El Confederalismo Democrático se trata, además, de un modelo que va más allá de los intereses de la etnia kurda y que propone una solución de convivencia pacífica para Oriente Medio, promoviendo la construcción de un mundo donde la diversidad sea una riqueza y no un problema.

Nuestra experiencia

Somos dos personas con trayectorias diferentes, pero convicciones semejantes. Descontentas con el modelo de vida que se nos impone, sensibles ante el sufrimiento y las injusticias que esta vida supone en todo el planeta, hemos buscado respuestas y hemos sido influidas por diferentes experiencias, ideas y voces. Destacamos el anarquismo en Cataluña de principios de s. XX, la propuesta de la Democracia Inclusiva^4, la del Municipalismo Libertario, nuestros experimentos de vida comunitaria y trabajo colectivo para la autonomía. Es así como hemos llegado a dos amplias conclusiones:

  • Nuestras crisis internas y sociales tienen como origen estructural el hecho de que unos pocos, pero muy organizados, deciden por todo el resto, privándonos de la posibilidad de responder a la pregunta «cómo queremos vivir la vida» por nosotras mismas.
  • En nuestra cotidianidad seguimos reproduciendo inercias de competición, egoísmo individualista, etc. que dificultan poder organizarnos para responder conjuntamente esta pregunta.

Por esto hace unos años que, rehuyendo el derrotismo imperante, intentamos construir, desde el ámbito local pero mirando globalmente, otro modelo de vida, apostando por la creación de autonomías regionales (y comunidades en sentido amplio) en confrontación con el orden establecido. Frente al paradigma de fragmentación promovido por el sistema actual (familia, ocio, trabajo, lucha, naturaleza… cada dimensión de la vida compartimentada, separada del resto), buscamos integrar las diferentes vertientes de la vida y la lucha, poniendo en el centro la idea de comunidad y de autonomía. Así podemos hacer que se retro-alimenten los procesos de liberarnos de las dependencias del sistema y de luchar para cambiarlo. Somos partidarios, además, de rehuir el narcicismo revolucionario que nos hace centrarnos en lo que nos diferencia de los demás en vez de lo que nos une, y por lo tanto buscamos conectarnos entre los diferentes proyectos que luchan en la misma línea.

Esta es la perspectiva que nos ha empujado a ir a Bakur, donde hace años que se desarrolla un movimiento que adopta esta posición radical y que al mismo tiempo ha sabido conectar con una gran mayoría de la población. Esto nos mueve ahora a trasladar las reflexiones que esta experiencia nos ha inspirado. Encontrábamos interesante empezar visitando el movimiento en Bakur en lugar de Rojava porque la situación que allí se vive más similar a la que sufrimos en Cataluña, al tener un Estado omnipresente que trata por todos los medios de impedir que nos podamos organizar. También nos parecía importante porque el PKK y el movimiento de liberación kurda que desarrollan tienen su origen en esta región.

Desde que lo descubrimos nos ha parecido un referente, y hemos decidido viajar allí para aprender directamente y establecer vínculos. Sin embargo, hay que decir que las dificultades que hemos encontrado no han sido pocas: no hemos sabido encontrar muchos puentes a disposición entre los movimientos de Cataluña y los del Kurdistán; muy poca gente sabe inglés y nosotras apenas empezábamos a chapurrear la lengua kurda; hubo un periodo de adaptación a un contexto muy diferente, con un clima de guerra de baja intensidad, etc. A la vez, sin embargo, la enorme hospitalidad kurda y la voluntad de hacer vínculos entre luchas ha jugado a nuestro favor y el viaje ha sido una experiencia muy enriquecedora, de la que hemos sacado mucha inspiración.

Crítica y autocrítica

Esta es la primera idea a resaltar del movimiento kurdo, descrita por su gente como «la fuente de nuestra fuerza». Aceptar que estamos mal no nos debe llevar al derrotismo, sino a la voluntad de mejora, de aprender. Así, si nos predisponemos a replantearnos, a exponernos al cambio, a no dar nada por supuesto, el proceso revolucionario se convierte en un proceso de probar, experimentar, equivocarse, rectificar … además así evitamos caer en dogmas o ideas inamovibles. También por aquí va el «caminar preguntando» del zapatismo, otro movimiento que no por coincidencia es puntero en cuanto a construir otros mundos.

Dicho así podría parecer fácil, pero el caso es que la crítica y la autocrítica son capacidades que no se enseñan en las escuelas, entre otras cosas porque el sistema tiene enormes carencias en este campo. Frente a esto, el movimiento kurdo se ha tomado muy en serio la necesidad de aprenderlas y practicarlas, y ha desarrollado y arraigado en su interior una metodología de círculos de crítica y autocrítica. Esta dinámica es realizada cotidianamente, por parte de cualquier agrupación o sub-parte del movimiento (desde los profesores de las escuelas hasta las guerrillas), al terminar cualquier actividad o periodo. Aunque hay variaciones según el contexto, básicamente consiste en: una por una, las personas participantes se levantan y hacen autocrítica de su actitud y acciones durante el periodo y, antes de pasar a la siguiente persona, reciben también las aportaciones críticas constructivas por parte de sus compañeras, evitando entrar en dinámicas de réplicas y contrarréplicas (donde suele surgir el ego y perdiendo así el clima de mejora personal). Aquí el adjetivo «constructivo» es muy importante, y hace referencia al hecho de conectar la crítica con cómo el sistema afecta nuestro hacer, así como en las propuestas de cómo mejorar nuestra actitud. Además, esta práctica va más allá de lo personal y queda en muchos casos transcrita para enriquecer todo el movimiento, por lo que algunas personas que lo lideran, como Öcalan, han podido hacer estudios de los patrones psicológicos que se repiten y que se encuentran detrás de muchos de los conflictos que nos afectan, así como las maneras de mejorar la forma de abordarlos.

La centralidad de este tema en el movimiento kurdo permite entender mejor cómo fueron capaces de darse cuenta, en los años 90, que no se estaban haciendo bien algunas cosas, y que era necesario un período de replanteo, que finalmente permitió abandonar el antiguo paradigma marxista del Estado-Nación socialista kurdo para adoptar un paradigma radicalmente diferente como es el Confederalismo Democrático.

Esta predisposición a desarrollar la crítica y la autocrítica contrasta bastante con nuestros movimiento, donde suelen haber muchas voces que incluso rechazan la idea de criticar o de «juzgar» las personas. A la vez, nos cuesta hacer críticas constructivas, y tendemos a hacer bandos y ponernos moralmente por encima de las otras personas, es decir, a «condenarlas». Así, juzgar puede ser entendido como un acto de crítica constructiva totalmente necesario para mejorar como personas y hacer la revolución, y el problema es más bien condenar. Entendemos la diferencia entre ambos conceptos en la actitud acogedora, dentro de nuestras posibilidades, ante las partes oscuras o complicadas que todas tenemos, buscando también comprender el contexto e historia de cada persona. Hacer críticas sin sentenciar la otra persona (en la línea «tu eres tal, y nunca podrás cambiar») ni rechazarla o excluirla. Sabemos que esto no es fácil, pues estamos lejos de saber tratar con todas las realidades que llegamos a vivir al ser humanas. Por eso es parte ineludible del proceso del aprendizaje a todos los niveles y la puesta en común de las infinitas realidades que somos.

La crítica, en el fondo, se trata de poner en movimiento y en contacto unos valores sobre el “cómo vivir”. Es algo necesario si queremos construir vidas comunes. Las compañeras kurdas dan mucha importancia a encontrarnos en los valores, al contrario de algunas visiones relativistas basadas en la idea de que «cada uno tiene su verdad» y que no tenemos derecho a cuestionarla, planteamiento clave para el imperio del individualismo y la renuncia a vivir con ética y coherencia. Cuando recibimos una crítica estamos recibiendo unos valores a los que no estamos prestando suficiente atención, en nuestras prácticas y actitud. No se trata de hacer una crítica desde el «contigo no», sino desde el «y nosotras como?».

La autodefensa y la montaña

Si bien hay algunos intentos iniciales en las grandes ciudades kurdas, el movimiento se origina en las montañas. La razón de esto es que la montaña, como elemento físico donde el terreno es irregular, es difícilmente controlable por los Estados y sus ejércitos, y por lo tanto, un lugar de protección para otras formas de vivir. Así, fue en las montañas donde el movimiento kurdo pudo constituirse como fuerza revolucionaria, entrenando y formándose ideológicamente, haciendo incidencia en las zonas más rurales y adquiriendo así capacidad de autodefensa.

Precisamente, otra base del movimiento es que, para poder luchar y construir otro modelo, primero hay que ser capaz de defenderse. El concepto de autodefensa, que en los inicios era bastante restringido a la lucha armada, se ha ido desarrollando mucho más allá hasta el punto de afirmar que «todas las partes de la vida pueden ser formas de autodefensa»: disponer de recursos colectivizados es autodefensa frente a la violencia económica que recibimos en forma de paro y precariedad, que las mujeres se organicen y creen sus propias estructuras es autodefensa frente a la violencia patriarcal, etc. De esta manera se rompe con la típica dicotomía entre construir y destruir, como en una rosa («teoría de la rosa», así lo llaman ellos): para hacer crecer algo bonito necesitan espinas para protegerse.

Esta capacidad de autodefensa implica:

  • Empoderamiento a todos los niveles para defender aquello en lo que creemos.
  • Organización por parte de las personas oprimidas para ser fuertes ante la opresión, superando la postura de víctima desamparada o dependiente de las estructuras estatales.
  • Específicamente, cuando los grupos más damnificados por los sistemas de dominación (como las mujeres, las minorías étnicas…) se organizan entorno y frente la opresión específica que sufren, pueden participar en las estructuras más aglutinadores desde una posición de empoderamiento, mientras que los individuos no organizados son más vulnerables.
  • Conseguir la seguridad para confrontar el opresor (también el que llevamos dentro) desde una posición integradora, y abrir vías para que pase a ser un compañero en lugar de un enemigo.

Compromiso revolucionario

Sólo haremos una pequeña introducción a este apartado que desarrollaremos más en un siguiente artículo sobre Rojava y Cataluña. Después de la convivencia con las compañeras kurdas y de conocer la historia de su movimiento, estamos firmemente convencidas que sin al menos un núcleo de personas totalmente comprometidas a dedicar sus vidas a terminar con el sistema y construir una alternativa, no hay posibilidad de alcanzar el éxito.

¿Qué significa este compromiso revolucionario? Hablamos de un compromiso en el que se sitúa el trabajo para la transformación social por delante de la propia vida individual y privada. Las compañeras que cogen este compromiso renuncian incluso a tener familia o posesiones propias y se dedican en pleno cuerpo y corazón a luchar para cambiar el mundo.

Quizás no hay que llegar a este punto, principalmente porque dudamos que estemos preparadas para algo así, pero sí que hay que desmontar muchas ideas con las que nos limitamos y autoengañamos, como por ejemplo la idea de que para poder trabajar por el colectivo primer necesitamos estar bien con nosotras mismas. Las compañeras nos dicen que esto es falso, pues nunca llegaremos a estar bien individualmente si nuestro entorno, nuestra comunidad y nuestra sociedad no están también bien. Por lo tanto, nuestro trabajo se desarrollará a la vez en ambos frentes. Nuestra experiencia política y comunal nos confirma esta idea, pues predomina el poner nuestras necesidades individuales por encima de las necesidades colectivas, con el resultado que pocas veces nos encontramos con compañeras que estén dispuestas a asumir el compromiso necesario para el trabajo que nos toca realizar.

Pluralismo radical

Vivimos en un mundo donde las diferencias entre nosotras se utilizan para ponernos confrontarnos. Este panorama es caldo de cultivo para la aparición de todo tipo de fundamentalismos. Cerrar las puertas a los demás, crear bandos o no integrar las diferencias, difícilmente servirá para que los reaccionarios dejen de serlo, al contrario, hará que aparezcan nuevos. El movimiento kurdo, en medio de una guerra entre muchas facciones en Oriente Medio, se encuentra forjado sobre el pluralismo radical, con la voluntad firme de integrar las diferentes realidades y formas de vida damnificadas por el sistema en un solo movimiento. Esto lleva a la evidencia de que esta cosmovisión no cabe dentro de las fronteras de ningún Estado. En palabras de Öcalan: «El Estado-Nación en su forma original apunta a la monopolización de todos los procesos sociales. Debe librarse de la diversidad y la pluralidad, en un enfoque que lleva a la asimilación y al genocidio. (…) asimila todo tipo de culturas e ideas espirituales e intelectuales para preservar su propia existencia.” El Estado, con tal de prevalecer, requiere ejercer la opresión política, cultural, militar y económica contra el conjunto de la sociedad que regenta.

El esfuerzo para integrar significa también dar cabida a las diversas formas y grados de implicación que pueden existir, para que todo el mundo encuentre como ser parte, evitando las posturas de superioridad o confrontación por las diferentes formas de aportar al proceso de cambio, en la línea de la crítica constructiva que hemos explicado anteriormente. Así se consigue una multiplicidad de tácticas que, coordinadas entre sí, dotan al movimiento de una fuerza transformadora inmensa.

La potencia integradora de esta cosmovisión revolucionaria dista mucho del panorama que nos encontramos dentro de nuestros «movimientos», con grupos que trabajan por intereses y luchas concretas de forma fragmentada (a menudo estancandose -o acomodándose- en relacionarse con un mismo grupo o tipo de personas, conocido popularmente como «guetto»), sin ver las causas comunes de los sistemas de dominación que nos atraviesan. ONGs que sustentan formas de neocolonialismo, movimientos por los derechos LGTB que caen en aspiraciones burguesas, independentismos estatistas, capitalismos verdes, defensas del consumo ético sin mirar en que se trabaja, movimientos antirracistas pro-asistencialismo estatal (y paternalista), feminismo(s) institucional(es), anarquismos individualistas… Detrás de esto hay gente con muy buenas intenciones, sensibilidades importantes para la construcción de otros mundos y montones de trabajo. Hace falta un diálogo colectivo, reconocernos, integrar todas estas luchas en un movimiento común que apunte al sistema actual, con sus estructuras de concentración de poder y sus mecanismos de asimilación como causa de todos estos problemas; encontrarnos y aprovechar toda esta creatividad transformadora en algo común, algo que pueda llegar a tener la fuerza para reinventar las formas de vivir.

Pragmatismo (y religión)

La historia de la lucha kurda está marcada por algunos giros ideológicos (y éticos) muy importantes, vertebrados por el paradigma de la integración: un ejemplo, que no conocemos suficiente, fue la relación que el PKK tenía respecto a las tribus o clanes -forma de organización tradicional entre los kurdos-, que pasó de perseguirlas por considerarlas feudales y conservadoras, a tener la visión constructiva de aprovechar y aprender de toda la tradición comunalista que las caracteriza.

Otro ejemplo determinante fue la religión. Al principio se tenía una concepción marxista de la misma y fue perseguida por el movimiento. Las religiones, como la musulmana en su caso, han sido utilizadas como instrumentos para enemistar a personas y pueblos, construyendo dogmas y doctrinas y dotando de poder divino a los oligarcas-patriarcas del momento, que permitian sostener sus vidas ostentosas sobre la dominación y la violencia con los pueblos a los que se les habían cooptado los dioses.

Esta postura de los principios del movimiento kurdo, aparte de estar ajustada en otra forma de religión como era el estalinismo, alimentaba los fundamentalismos, ya que se confrontaba con las creencias espirituales de la mayor parte de la población. Esto daba pie a fortalecer aún más los dogmas inamovibles de las visiones fundamentalistas, que como sabemos se caracterizan por querer imponer su forma de pensar o vivir como única admisible.

Hoy en día, en cambio, la posición de las kurdas ante la religión es radicalmente integradora. Las compañeras del «Congreso de las Mujeres Libres» (KJA) nos explicaban que, desde las academias, donde desarrollan lo que llaman «jinología» -ciencia de las mujeres. Jin significa mujer en kurdo- estudian la historia de las religiones en profundidad. En esta se habla de que las religiones, en su origen, se trataban de movimientos populares, construidos desde abajo y contra sistemas opresores. Los profetas como Mohammed o Jesús eran revolucionarios -y místicos- de su época. Las compañeras decían que hay otras maneras de ver -y vivir- las religiones. Se trata de pragmatismo revolucionario: según ellas, es absurdo ir contra las personas religiosas por sus creencias cuando éstas implican también valores en torno a los cuales nos podemos encontrar. En cambio, no integrarlas favorece los fundamentalismos que, al fin y al cabo, se originan también en la opresión.

Desde hace tiempo también nosotros hemos rechazado la religión, principalmente la católica, como instrumento mediante el cual se ha oprimido muchos pueblos. No nos gustan las iglesias, ni los curas, ni su Reino de Dios o sus intentos por controlar nuestros vientres. Por eso rechazamos toda institución eclesiástica. Pero reconocemos la existencia en nuestra historia de prácticas y vidas que se consideraban cristianas (heterodoxas, herejes, paganas) que se acercan mucho a la «utopía comunal» que a veces imaginamos, como los movimientos milenaristas de la Edad media o el cristianismo primitivo. Podemos distinguir entre las instituciones que se han aprovechado de unas creencias para fortalecer élites, y las experiencias particulares de otros cristianismos desde las bases de sus vidas y desde una autonomía espiritual.

Asimismo, con los tiempos que corren en cuanto al fundamentalismo islámico y el desconocimiento inmenso que tenemos sobre la religión musulmana y el Corán, buscamos referencias de lecturas inspiradoras del mismo, como la que hace el autor Abdennur Prado en el libro » el Islam como anarquismo místico», introduciéndonos en la praxis profética y la vida comunal de los primeros adoradores de al-lâh. En este libro nos habla de la idea del anarquismo místico, y del islam en su origen como ejemplo del mismo. Queremos buscar los puntos de conexión con las personas musulmanas de una forma crítica y desde una voluntad de conocimiento, para no caer, por un lado, en tópicos que alimenten la xenofobia ni, por otra, en posturas «buenistas» tan de moda entre la izquierda que invisibilizan las vertientes opresoras y patriarcales que se manifiestan desde algunos enfoques islàmicos.

Las personas han construido creencias a lo largo de la historia como forma de relacionarse y relatarse lo inexplicable de la existencia y todo lo que mueve los corazones de las personas y la vida; han tenido experiencias místicas y de unión con el todo, encontrando maneras de vivir la vida y la muerte que las elevaban por encima del sin sentido que parece que nos rodea. Las inquietudes del alma a veces han encontrado inspiración en el origen de las religiones que ahora nos atraviesan. Queremos encontrarnos en todo aquello que aumente nuestra potencia revolucionaria.

El movimiento de las mujeres libres

Las personas que escribimos este texto nos sentimos históricamente en deuda con las luchas de las mujeres por su emancipación, que se han librado bajo el nombre de feminismo y sin él. De algunos feminismos, como el negro o el decolonial, hemos aprendido que desde las luchas occidentales a veces invisibilizamos o instrumentalizamos las luchas de tierras lejanas, despreciando otras formas de afrontar los problemas de opresión de género.

Queremos empezar así haciendo una crítica a todas aquellas compañeras que llaman feminista el movimiento de las mujeres kurdas. En palabras de estas mujeres, si se denominan o no feministas es una pregunta que les hacen todas las europeas. Y la respuesta que dan siempre es: nosotras luchábamos por la emancipación de la mujer mucho antes de saber que existía algo que se llamaba feminismo. Por ello, y mientras ellas no digan lo contrario, creemos que hay que respetar esta postura y no ser occidental-centristas. Como entendemos que la forma como se llamen o dejen de hacerlo no tiene ninguna relevancia, sino que lo importante es cómo y en qué están luchando, nos remitimos a esto.

El movimiento kurdo considera que la mujer es el primer sujeto colonizado de la humanidad. Se remiten al estudio de las sociedades neolíticas, el origen de las cuales se encuentra precisamente en la Mesopotamia. Relacionan esta primera opresión con todas las que vinieron después, llegando a la conclusión que para acabar con el capitalismo y las jerarquías, hay revertir la dominación sobre las mujeres que impera en el sistema actual. Por esta indagación histórica han desarrollado una ciencia de las mujeres, que llaman jinología, mediante la cual pretenden mirar tanto el pasado como las ciencias que hoy en día predominan en la academia, desde una mirada de la historia oculta de todas las que no salen a la historia que el sistema nos ha explicado, empezando por las mujeres, superando las visiones positivistas y fragmentarias.

Sin revolución de las mujeres no hay revolución, por un lado, porque implicaría estar dejando media parte de la sociedad fuera y, por otro, porque no estaría revirtiendo el origen fundacional de las estructuras jerárquicas que ahora son hegemónicas.

Las mujeres del KJA con las que hablamos mostraban una visión binaria de la sexualidad, hablando en todo momento en términos de hombres y mujeres, sin visibilizar las otras realidades sexuales que existen. En este sentido, decían que en general las mujeres son más generosas que los hombres, que las guerrillas no mixtas funcionan mejor que las mixtas ya que las mujeres se cuidan mejor entre ellas, son menos orgullosas, más prudentes, etc. Intentamos indagar si se trataba de una cierta visión esencialista, y la respuesta que nos dieron fue que creían que en el cuerpo colectivo de las mujeres se habían transmitido los valores democráticos. El sentido de esta idea es que las mujeres son socializadas en valores como los cuidados y que, para hacer la revolución, hay que poner estos valores en el centro, en la línea de los feminismos que hablan de poner los cuidados en foco de la lucha.

El punto fuerte de la lucha por la emancipación de las mujeres kurdas es, como ya hemos dicho, la estructura paralela no mixta que conforma todas las partes del movimiento, desde comunas y consejos de barrios, hasta cooperativas y academias, pasando por su propio cuerpo armado para la autodefensa. Las mujeres son las encargadas de los consejos de paz y consenso en todos aquellos conflictos donde el género ha sido el factor primordial, tales como casos de violencia de género. Tienen poder para vetar decisiones de los espacios mixtos cuando les afectan particularmente. La filosofía de estas estructuras no mixtas no parte sólo de una voluntad de crear espacios protegidos, sino principalmente de la evidencia de que, para participar en las estructuras generales partiendo de una posición de sujeto oprimido, hay que partir de una organización propia. Esto quiere decir que cada mujer en el movimiento kurdo representa todo el colectivo de mujeres, en el que hacen un trabajo a fondo para deconstruir los roles patriarcales y para indagar qué significa ser mujer, cuál es el papel que han jugado en la historia y que pueden jugar en la actualidad para alcanzar su emancipación.

En las conversaciones que pudimos compartir con estas mujeres, hicieron referencia en diferentes ocasiones de forma crítica a los feminismos occidentales europeos. La mayor parte de la crítica a estos feminismos es conocida por nosotras: no creen en una lucha que busque que la mujer llegue a posiciones hoy ostentadas por hombres; «No queremos ser hombres», en sus palabras, «no queremos ser jefes, grandes empresarias, capitalistas». Opinaban que era un problema que la lucha feminista estuviera separada del resto de luchas y poco conectada con la sociedad y la realidad de la mayoría de mujeres, que no estuviera enmarcada dentro de un proyecto más grande y que sólo se ocupara de asuntos » de mujeres «.

Una parte importante de la práctica que estas mujeres han desarrollado, mediante la crítica y la autocrítica, ha sido acabar con el «macho dominante», no en sentido físico o literal, sino en el sentido de la mentalidad de macho dominante, también la que tienen las mujeres. Este macho dominante ha sido el sujeto sobre el que se ha erigido el sistema actual. Por ello, han estado trabajando codo con codo con sus compañeros para acabar con las dinámicas de opresión que estos tendían a ejercer sobre ellas, también con las dinámicas de sumisión que ellas mostraban en respuesta, dando lugar al desarrollo de unas relaciones de profunda amistad revolucionaria basadas en la ruptura de estas cadenas.

La excepción de las minorías LGTBI

El movimiento kurdo dista mucho de estar en una situación en la que, según nuestros parámetros, haya libertad sexual y afectiva. Este es un tema delicado y muchas cosas que nos cuestan de entender o compartir deben tener en cuenta que hablamos de un contexto muy diferente al nuestro. Hablamos de esto porque es una parte que, desde nuestro punto de vista y con la humildad que podamos, creemos que hay que criticar.

El contexto general, como describía una compañera que escribía a KurdisCat, es que a nivel social la única forma de relación sexo-afectiva que se acepta es la del matrimonio heterosexual. Las relaciones extramatrimoniales son rechazadas por la gente más conservadora, igual que la orientación sexual no heterosexual, rechazada por gran parte de la población. Una experiencia interesante ha sido conocer las compañeras de Keskesor, una organización LGTBI kurda. Oficialmente no pertenece al movimiento, aunque sus miembros son al mismo tiempo miembros de otras organizaciones kurdas y se sienten totalmente parte de él.

A nivel práctico, muchas personas jóvenes son partidarias de los derechos LGTBI, y desde los consejos de barrio las activistas LGTBI reciben todo el apoyo cuando son reprimidas o atacadas. Sin embargo, el movimiento rechaza integrar esta realidad. Las compañeras nos contaban que esto se debe, por una parte, a la homofobia existente en la sociedad kurda, donde el patriarcado aún permanece muy presente y, por otro, a una visión estratégica sobre el asunto: en teoría, la sociedad kurda todavía no está preparada para asumir estas realidades. Cuando han tratado de introducirse en el movimiento o colaborar abiertamente han recibido atentados, y quieren evitar que muchas voces en Oriente Medio se les pongan en contra.

Desde Keskesor están haciendo un trabajo paralelo de intentar introducir en el imaginario revolucionario las visiones de la historia y de la religión musulmana que integran la existencia y defensa de otras sexualidades. Comparten todos los postulados generales sobre los orígenes de las opresiones y la tríada Estado-capitalismo-patriarcado como aquello a destruir. Son, por ello, muy críticos con los movimientos LGTBI que hay en Europa (reían cuando les hablábamos de que en España los matrimonios homosexuales son legales, mostrando una postura contraria a la institución del matrimonio en sí). Intentan hacer encuentros en las montañas con las milicias, lugar donde se forja la vanguardia de la revolución.

Queremos trasladar con estas palabras la inquietud que sentimos por las personas de sexualidades y géneros no normativos en el territorio kurdo, y animamos a las compañeras kurdas a iniciar un diálogo dentro y fuera de la Mesopotamia para resolver como acoger también esta diversidad. Además, queremos poder cuestionar en nuestras tierras si la forma en que estamos trabajando para romper con estas opresiones es la que nos puede conducir realmente a la liberación de las mismas o si, por el contrario, corremos el riesgo de no ir más allá de crear nuevas identidades desconectadas del resto, nuevos productos para consumir, etc.

La economía como herramienta política

El movimiento kurdo utiliza la dimensión económica como una herramienta para favorecer sus intereses políticos:

  • Mejorando sus capacidades de autosustento en cuanto a las necesidades materiales. Cabe decir que su lógica interna va más allá de cualquier lógica del intercambio. Podemos encontrar multitud de kurdos que emigraron en su momento en Europa y ahora envían parte de su sueldo al movimiento (es su forma de aportar, tan válida y necesaria como cualquier otra), así como multitud de actitudes de apoyo mutuo entre las personas que lo integran, para que funcione. No esperan nada a cambio, pues se sienten parte de algo más grande. Ayudando el movimiento se están ayudando a sí mismos, y viceversa. Esto se debe principalmente a dos factores en sinergia: en primer lugar, que todavía está muy presente la cultura comunalista kurda; en segundo lugar, que el movimiento se edifica sobre algo que va más allá de los intereses particulares. La idea de construir la vida conjuntamente, y el compromiso con este proyecto por parte de tantas y tantas personas (algunas de ellas llegando a convertirse en mártires) crea un clima de confianza y amor.
  • Por otra parte, desde el movimiento se hace una lectura estratégica de cómo autodefenderse del expolio capitalista y cómo contraatacar. Básicamente, se aprovecha su fuerza política para echar las macroempresas capitalistas que expolian su gente, y en su lugar hacen crecer una economía cooperativa desarrollada entre personas politizadas y comprometidas con el movimiento, y articulada con éste.

Un ejemplo ilustrativo que nos contaron es el caso del carbón en la zona de Cizre. La situación de las explotaciones de este mineral en la zona hace unos años consistía en dos macroempresas turcas que se llevaban la mayoría de los beneficios de la extracción, mientras que el resto era recogido por multitud de pequeños productores. Ante esta situación, la rama económica del movimiento kurdo pensó que podían actuar para sacar partido. Por un lado, iniciaron reuniones con los pequeños productores y les convencieron de juntarse para formar una cooperativa vinculada a las asambleas locales y al movimiento. Por otro, fueron visitando todas las asambleas de barrio de la región para explicar la estrategia y propuso que la gente de los barrios dejara de comprar carbón a las grandes empresas turcas y pasara a comprarlo a la cooperativa. La gente del movimiento, es decir, la amplia mayoría de la población de la región, siguió las consignas y lograron disminuir significativamente los beneficios de las empresas turcas mientras se empezaba a desarrollar otro modelo de gestión del carbón de la zona. Todo ello gracias a tener una base política de asambleas de barrio desde donde actuar, compartiendo las ideas del Confederalismo Democrático entre una mayoría social amplia y sintiéndose parte de un movimiento que busca desarrollar sus estructuras. A esto nos referimos cuando decimos que la actividad económica es utilizada como una herramienta política, al servicio de un movimiento de raíz política.

Hay que añadir, sin embargo, que la lucha en esta dimensión apenas se ha empezado a trabajarse hace unos pocos años, y generalmente en aquellos lugares donde se veían oportunidades como la de Cizre y el carbón. Al movimiento económico de Bakur todavía le falta rodaje para ser capaz de planificar y tejer una estrategia general.

De nuevo, observamos contrastes con los movimientos en nuestro país, donde muchas cooperativas e iniciativas de autosustento no solo no parten de un movimiento político potente como el kurdo, sino que ni siquiera contienen unos objetivos políticos concretos. Al no haber este sustrato político desde el que partir, al que nutrir y del que ser nutridas, quedan obligadas a seguir las leyes del mercado capitalista para poder sobrevivir, si es que lo consiguen. Sólo aquellas que tienen una masa social de gente detrás que las apoya por algo más que su interés particular, son capaces de escapar el círculo vicioso de la competitividad capitalista.

A modo de propuesta para avanzar en esta dirección, creemos que sería bueno que las numerosas iniciativas cooperativas y de autosustento (SCCL, ecoredes, monedas sociales, cooperativas integrales…) tendieran a unir su actividad con unas ideas de transformación social en la línea que propone el Confederalismo Democrático, para posibilitar así que un incipiente movimiento de personas unidas con estos objetivo pudiera apoyarlas, y así integrar su labor en algo más grande, consolidando así soportes materiales para este modelo de vida diferente en construcción. En este sentido, resultan muy pertinentes la iniciativas de autosustento económico cooperativo en el ámbito local, vinculadas a proyectos políticos que se basen en la construcción de vínculos comunitarios entre las vecinas que habitan un pueblo, un valle o un barrio.

Sería necesario, a nivel más general, que nos fuéramos liberando de la lógica hegemónica de hacer las cosas a cambio de algo, para desarrollar una lógica del sustento y apoyo mutuo. A la vez, esto implicaría desdibujar la forma como nos entendemos a nosotras mismas como individuos separados del resto, para pasar a entendernos como una parte de algo más grande: un movimiento revolucionario, una comunidad, la naturaleza…

Conclusión general y propuestas

En un contexto mundial desolador, donde la barbarie parece que se hace hegemónica y cuesta ver cómo hacer frente a su enorme poder, movimientos revolucionarios como el kurdo se erigen como auténticos tesoros, fuentes de esperanza en la humanidad que nos empujan a seguir luchando allí donde vivimos, y de los que podemos sacar excelentes lecciones revolucionarias.

Sin embargo, sería un error caer en un elogio acrítico del movimiento, sin ver que tiene muchas contradicciones internas, como las dificultades para integrar a las minorías sexuales, como hemos explicado, retos a los que hacer frente, y que su desenlace no está claro. Del mismo modo, tampoco tiene sentido creer que podemos exportar el modelo kurdo punto por punto en nuestras tierras, pues precisamente una de las virtudes de este es que se ha sabido adecuarse al contexto de Oriente Medio, conectando con la cultura ancestral kurda y sacando partido de sus especificidades.
Lo que sí tiene sentido, y mucho, es acercarnos a él, conocerlo en profundidad, crear vínculos y aprender para trasladar la revolución a nuestras tierras. Referentes como el kurdo (así como también Chiapas, Oaxaca, o el movimiento libertario de principios de s. XX en Cataluña) nos pueden otorgar mucha más solidez en la tarea de construir otro mundo, pero a partir de ahí nuestro trabajo continúa , y no es que se pueda decir que sea poco.

De cara a construir una fuerza revolucionaria con aspiraciones a invertir los centros de poder del sistema, creemos que el caso concreto del Confederalismo Democrático es una gran inspiración y sedimento sobre el que trabajar:

  • Proviene en primer lugar de una praxis revolucionaria, y se retroalimenta con ella en una relación dialéctica.
  • Desde esta base experiencial realiza, en buena parte gracias a los esfuerzos de Öcalan, una síntesis de componentes del pensamiento occidental y oriental desde una perspectiva mundial. Esto nos puede permitir al mismo tiempo ir más allá del pensamiento dicotómico-categórico occidental, superando dicotomías que nos han separado como la cuestión del soberanismo, la cuestión de «construir vs. destruir «… así como la unión desde la pluralidad y bajo unos objetivos comunes revolucionarios de movimientos como el feminista, el ecologista, o el antirracista.
  • En la actualidad se está desarrollando con mucha fuerza y podemos ir allí para establecer vínculos, no hay que contentarse con leerlo en libros. Gracias a sus hazañas, como las de Kobane o Shengal, está adquiriendo un notable eco internacional.

Algunas propuestas en esta línea en Cataluña serían:

  • En primer lugar, sería prioritario para los próximos años marcarse la tarea de, aprovechando las ideas fuerza de la propuesta del Confederalismo Democrático, buscar cómo podríamos adaptar estas a nuestro contexto y proceso. Se podría empezar por la creación de grupos de estudio para el conocimiento en profundidad de las ideas del CD, que más adelante podrían pasar a hacer una labor de investigación y propuesta más enfocada al contexto catalán. Ya de cara a un plazo más largo, se podría contribuir a la formación de academias populares en la línea del CD, que reinterpretaran y reelaborar los conocimientos heredados desde la perspectiva de pueblo -de las colonizadas, de las silenciadas- buscando desligarse totalmente de las instituciones del sistema.
  • En concreto, sería fundamental el estudio de nuestra propia historia, la historia del pueblo, intentando librarnos de la historiografía hecha desde las instituciones estatales, que es parcial en favor de la legitimación del sistema actual. Resulta sorprendente y muy enriquecedor ver como en nuestras tierras tenemos un legado de instituciones y valores comunales y colectivistas, que perduraron hasta bien tarde (conectaron con el movimiento anarquista de principios del siglo XX), a pesar del uso reiterado de violencia de las diferentes élites para imponer un sistema que las privilegiara. Incluso podemos aprovechar algunos testigos vivientes de este pasado, como la propiedad comunal de Gisclareny (Berguedà) o, si nos vamos un poco más lejos, la cantidad de aldeas gallegas en las que sus vecinos siguen gestionando las montañas y otros bienes de forma común. Descubrimos así que nuestra lucha conecta con la de nuestros antepasados, y la magnitud del robo que como pueblo se nos ha hecho. Un excelente primer paso es el reciente trabajo “El comú català. La història dels que no surten en la historia» de David Algarra. Celebramos poderlo mencionarlo.
  • Necesitamos conocer a fondo la realidad de la sociedad en que vivimos, el trabajo por la revolución debe ser un trabajo conectado con ésta. Esto significa integrarnos en nuestros barrios y pueblos, conocer la vida y preocupaciones de nuestras vecinas y entender las diferentes maneras en que el sistema nos afecta. Por eso hay también acabar con fetichismos y guettos que nos hacen marcianas los ojos de los demás, pues si realmente queremos cambiar las cosas y construir otros modelos de vida necesitamos ser capaces de ser cercanas a aquellas personas con las que tendremos que trabajar codo a codo, ya sean nuestras familias, los vecinos «progres» o «carcas», las compañeras de trabajo, etc. Esto pasa incluso por cuidar aspectos como la estética de nuestros espacios y de nuestros aspectos físicos, la forma de comunicarnos (sin caer en «rebajar el discurso») y las acciones que priorizamos en cada momento.
  • Hay que detectar las agresiones que sufrimos, desde las ejercidas sobre la naturaleza hasta la violencia económica en forma de precariedad o explotación laboral, la violencia sobre nuestros cuerpos o la represión policial. Así podemos focalizarnos en crear fuerzas capaces de autodefenderse de forma proporcional a las agresiones que sufrimos, para que los proyectos y las luchas que construyamos estén seguras y protegidas. Por eso necesitamos formarnos integralmente, desde aspectos teóricos hasta físicos y prácticos. En esta línea son interesantes iniciativas como el sindicato de barrio del Poble Sec, el sindicato de los manteros en Barcelona, el Grupo de Respuesta Inmediata de la Federación anarquista de Gran Canaria, los grupos de autodefensa feminista, etc.
  • Trabajo de género a fondo, siguiendo las líneas trazadas por el movimiento kurdo, y conectando con el trabajo ya hecho por parte del feminismo revolucionario catalán. Poner la mujer al frente de la lucha revolucionaria significa a la vez recuperar el papel que en la historia ha jugado, gracias a su socialización en el rol de atención a las relaciones, los cuidados y las emociones de la comunidad, pilares básicos para el funcionamiento de las mismas, y superar su relegación a un papel secundario. Obviamente, esto implica un compromiso con la cuestión por parte de todas las personas, a través del trabajo de unos para salir del rol de opresor y de las otras para organizarse y librarse de todo victimismo. Tenemos la certeza de que el fruto de este trabajo, como en el Kurdistán, puede ser determinantemente empoderador para el movimiento revolucionario que queremos construir.
  • (Probablemente la más importante de todas) Desarrollo de la crítica y autocrítica en nuestros proyectos, a través de diversas herramientas como los círculos de crítica y autocrítica, así como trabajo ético de mejora personal y revolucionaria, destinado a reforzar nuestro compromiso con este camino y que nos haga fuertes ante los problemas que iremos afrontando. Esto incluiría también dejar de lado antiguas divisiones y etiquetas (como «indepes» y «anarcos»), para reconocer y debatir conjuntamente sobre cómo podemos impulsar este nuevo mundo que queremos construir desde Cataluña. El modelo del CD puede ser un muy buen nexo de unión en este sentido, como hemos intentado explicar.

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