«Todo en el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado.»
Mussolini
1. La tradición histórica del Estado de bienestar
Para la estabilidad y la solidez de todos los sistemas de dominación siempre ha sido mejor que el pueblo vea sus cadenas lo suficiente «ligeras» o «razonables». Que vea suficiente «benevolencia» en la organización social custodiada por el poder de unas élites. Si se puede garantizar que un sector importante de la sociedad no viva en un estado de fuerte e inextinguible descontento y consciencia de ser maltratado, el sistema se encontrará mucho más seguro.
Sobre ésta cuestión se ha llegado a teorizar abiertamente. Sólo hay que leer, por ejemplo, «El Príncipe», de Maquiavelo, o las afirmaciones de político conservador alemán Lorenz von Stein, que acuñó la noción de «Estado social», reconociendo su utilidad para evitar la revolución. La dominación más perfecta es aquella en que el esclavo tiene los amos en buena consideración.
Este «Estado Social» (también llamado «Estado Providencia») es el antecedente directo del actual modelo de «Estado de bienestar». Lo empezaron a instaurar las élites de las principales potencias europeas, en el proceso de consolidación de los «Estados-nación», durante la segunda mitad del siglo XIX[^1].
[^1]: Ver «Welfare State or Economic Democracy?» (Takis Fotopoulos, 1999) y «Estado social», articulo en Wikipedia (consultado el 3 de febrero de 2014).
Antes de esto, ya se había conocido el «pan y circo» del imperio romano y el despotismo ilustrado de los Estados monárquicos preliberales («todo para el pueblo pero sin el pueblo»).
Desde el discurso oficial y sistémico, urdido desde la academia, se dice que el Estado de bienestar forma parte de la trayectoria de evolución y progreso de las sociedades occidentales. De entrada, se reconoce que siempre se ha tenido que organizar la satisfacción de las necesidades de las personas y que, antes, si no lo hacía el Estado, lo hacía el pueblo con sus propios recursos. Entonces, se supone que es un gran avance en la historia de la humanidad, vinculado a alguna supuesta «evolución» en la consciencia social solidaria, que esta satisfacción pase a ser una cuestión «pública nacional», en manos del Estado.