¿Reforma o revolución?

 Pensando la transformación social hoy: Construir un nuevo mundo ⟺ Acabar con el orden establecido

Introducción[^1]

Actualmente nos encontramos en un mundo hiperindustrializado, depredador de recursos, regido por una economía de mercado salvaje y grandes Estados, instituciones que se disfrazan de garantes de la seguridad y la libertad, pero que en realidad no son más que máscaras para mantener unos regímenes de dominación y de explotación. En estos territorios sobreviven individuos individualizados e individualistas, alienados y cómplices del sistema, que en su mayoría no se cuestionan el orden establecido sino que optan por una apatía y un victimismo conformista.

Hoy este mundo está en crisis. En occidente se desploman los valores de una civilización: la organización político-económica comienza a hacer crisis, la abundancia de recursos materiales y la ficción del crédito han tocado techo, el ejército de reserva no para de crecer y se entrevé la verdadera naturaleza del trabajo asalariado como forma de esclavitud, falsa libertad en un mundo de cadenas. El hecho de que el sistema cada vez pueda satisfacer menos las propias expectativas y promesas, le hace perder credibilidad y fuerza.

Así, se nos abre una ventana de oportunidad, un momento en que se hacen muy evidentes las contradicciones del propio sistema y la incapacidad del Estado y el mercado para cubrir las necesidades humanas más básicas. Esta ventana se abre tras décadas de desarrollo del Estado del bienestar[^1] en occidente, de aniquilar las comunidades y sus lazos de ayuda mutua dejando solo individuos aislados e insociables[^3]. Ante esta situación surge una pregunta fundamental: ¿luchamos por cambiarlo o nos conformamos y «tiramos» con lo que hay? Este texto va dirigido a las personas que se decantan claramente por la opción transformadora, a las cuales enviamos de entrada un cálido abrazo.

Como siempre, la opción menos cómoda es la que nos abre más preguntas: ¿Cómo salir de esta dinámica? ¿Hasta dónde tiene que llegar el cambio que permita salirnos? ¿Cuáles son las causas? Y aquí es donde se presenta una gran dicotomía que, como argumentaremos más adelante, tiene consecuencias determinantes en nuestra acción transformadora: ¿las causas provienen de un mal funcionamiento del sistema estatal-capitalista o son consecuencia inevitable de las dinámicas inherentes a este?

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Reformismo: ¿refundación o superación?

Reformismo: ¿refundación o superación?»

1. Sobre el reformismo

Entendemos por reformistas los planteamientos que tienen como objetivo reformar el actual marco institucional y de valores sin proponer ningún marco institucional alternativo. El reformismo se puede llevar a cabo mediante una variedad de tácticas que van desde el intento de conquistar el poder del Estado hasta el propósito de cambiar las instituciones ejerciendo presión por parte de las organizaciones de la «sociedad civil», etc. Más concretamente, la antigua estrategia socialdemócrata era reformista (porque tenía el objetivo de «socializar» progresivamente las instituciones existentes y la propiedad) así como lo son los planteamientos de «profundizar o radicalizar la democracia» para «hacerla más participativa» o los movimientos sociales parciales que, sin menospreciar la importancia de las cuestiones que quieren abordar, no impugnan la globalidad del sistema ni tienen una propuesta coherente para sustituirlo en su totalidad (por ejemplo los movimientos por la igualdad de género, los movimientos en defensa del medio natural, los movimientos por la protección de la cultura y la lengua, etc.).

Por contra, entendemos por revolucionarios aquellos planteamientos que tienen el objetivo de sustituir -y no complementar- el marco institucional de la sociedad actual, es decir, el sistema de la economía de mercado globalizada y el Estado «democrático» representativo, así como el correspondiente sistema de (dis)valores en el que se basan las relaciones sociales actuales. Aquí podemos clasificar las estrategias del antiguo estatismo socialista y del socialismo libertario, entre otras. Actualmente en nuestras tierras, podemos asociar a esta estrategia algunos proyectos como la Cooperativa Integral Catalana, las organizaciones anarcosindicalistas, el movimiento de repoblación rural, algunos grupos de reflexión autogestionados y ateneos cooperativos, etc., que tienen una voluntad más o menos explícita de construir un nuevo sistema, aunque en mayor o menor medida tengan carencias en cuanto a definición y/o funcionamiento.

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Sobre el Estado de bienestar

«Todo en el Estado, nada fuera del Estado, nada contra el Estado.»
Mussolini

1. La tradición histórica del Estado de bienestar

Para la estabilidad y la solidez de todos los sistemas de dominación siempre ha sido mejor que el pueblo vea sus cadenas lo suficiente «ligeras» o «razonables». Que vea suficiente «benevolencia» en la organización social custodiada por el poder de unas élites. Si se puede garantizar que un sector importante de la sociedad no viva en un estado de fuerte e inextinguible descontento y consciencia de ser maltratado, el sistema se encontrará mucho más seguro.

Sobre ésta cuestión se ha llegado a teorizar abiertamente. Sólo hay que leer, por ejemplo, «El Príncipe», de Maquiavelo, o las afirmaciones de político conservador alemán Lorenz von Stein, que acuñó la noción de «Estado social», reconociendo su utilidad para evitar la revolución. La dominación más perfecta es aquella en que el esclavo tiene los amos en buena consideración.

Este «Estado Social» (también llamado «Estado Providencia») es el antecedente directo del actual modelo de «Estado de bienestar». Lo empezaron a instaurar las élites de las principales potencias europeas, en el proceso de consolidación de los «Estados-nación», durante la segunda mitad del siglo XIX[^1].

[^1]: Ver «Welfare State or Economic Democracy?» (Takis Fotopoulos, 1999) y «Estado social», articulo en Wikipedia (consultado el 3 de febrero de 2014).

Antes de esto, ya se había conocido el «pan y circo» del imperio romano y el despotismo ilustrado de los Estados monárquicos preliberales («todo para el pueblo pero sin el pueblo»).

Desde el discurso oficial y sistémico, urdido desde la academia, se dice que el Estado de bienestar forma parte de la trayectoria de evolución y progreso de las sociedades occidentales. De entrada, se reconoce que siempre se ha tenido que organizar la satisfacción de las necesidades de las personas y que, antes, si no lo hacía el Estado, lo hacía el pueblo con sus propios recursos. Entonces, se supone que es un gran avance en la historia de la humanidad, vinculado a alguna supuesta «evolución» en la consciencia social solidaria, que esta satisfacción pase a ser una cuestión «pública nacional», en manos del Estado.

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